Para comprender la respuesta a esta compleja pregunta debemos remontarnos al siglo pasado. En 1967, fue Seligman quien comenzó las primeras investigaciones con tres grupos de perros. El primer grupo de perros recibía una descarga eléctrica en las patas, pero podían evitarlo pasando al otro lado de la jaula. El segundo grupo de perros recibiría la misma descarga eléctrica pero no podría escapar del shock. El tercer grupo se consideró un grupo de control.
Los investigadores se dieron cuenta que cuando las descargabas cesaban o dejaban la puerta abierta de la jaula los perros del segundo grupo no hacían nada por modificar sus circunstancias, se quedaban totalmente paralizados. En definitiva, los perros habían aprendido que hicieran lo que hicieran siempre recibirían una descarga negativa (contingencia negativa) que les haría daño. Nada podía evitarlo. Así que los animales se quedaron acurrados, sin moverse del sitio y absolutamente paralizados.
Este experimento dio paso a hablar de un concepto que en psicología se ha utilizado para explicar por qué las víctimas de violencia no son capaces de salir de sus relaciones con los maltratadores: “La indefensión aprendida”.
El experimento clásico nos permite entender por qué las víctimas de violencia tardan tanto en salir de las relaciones de maltrato. La explicación que podemos aportar es que la víctima siempre ve castigada su conducta (con violencia física, verbal, sexual o económica) y que cualquiera de sus actos no tiene efecto sobre el maltratador, pues este no reduce su conducta de maltrato.
En primer lugar, porque para modificar la conducta tiene que haber un cambio motivacional: las personas no actúan si no piensan que sus conductas tienen consecuencias que permiten cambiar el entorno y su propia vida. Hemos de destacar que a las víctimas las han “desarmado”. Probablemente las victimas de violencia machista llegados al punto de: “¿Debo dejarlo?”, se vean solas en un entorno que creen que no las comprende y con una baja autoestima, pues el maltratador se lo ha hecho creer así.
En segundo lugar, hay efectos cognitivos que el experimento nos permitió observar: la víctima solo cree que hay una salida porque es lo que ha aprendido, al igual que los perros, a quedarse paralizada.
En tercer lugar, los efectos fisiológicos que produce esta indefensión: dolores corporales, migraña, sudoración, pocas ganas de hacer cosas…
En consulta observamos habitualmente como jóvenes mujeres, especialmente, acuden con la problemática de que no pueden salir de las relaciones de violencia porque existe algo que las ata. A menudo una parte de la terapia consiste en explicarles qué mecanismo está funcionando en esa idea de que no se pueden alejar del maltratador. Muchas veces es necesario incluso dedicar unas sesiones para la psicoeducación.
En este proceso de terapia, damos pautas básicas para poder protegerse del maltrato, siempre desde una intervención basada en la evidencia científica. Una de estas pautas básicas que los lectores pueden tener en cuenta es protegerse a si mismas y trabajar en la identidad que tenían antes de la relación de violencia y la autoestima, pues son los aspectos que más dañados se encuentran.
En cuanto al entorno que rodea a las víctimas, muchas de las consultas son relacionadas con que la familia y amigos no entienden por qué no deja la relación de violencia. La pauta básica que debemos marcar para trabajar con este círculo cercano es que acompañen a la víctima en el proceso (incluso cuando ella no es capaz de abandonar la relación) y cuando la relación quiebra. Así como no juzgar a la víctima en ningún caso y enseñarle que hay recursos que pueden usar que son gratuitos y psicólogos y abogados especializados en este aspecto.
Como neuro psicóloga siempre pongo el foco en los aspectos neurobiológicos que influyen de una forma u otra en el comportamiento humano. En este caso, no podemos olvidar la función de la amígdala, encargada de emitir respuestas emocionales. Esta estructura cerebral se hiperactiva y produce sensación de que algo amenazante puede ocurrir. Así mismo, se ve involucrado el córtex prefrontal. Esta estructura disminuye su actividad y hace que la persona que sufre la indefensión no vea otras alternativas u opciones de salida.
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