Hace unos días tuve el privilegio de participar como ponente en el Congreso Internacional CONECTIVA, un espacio de referencia para quienes trabajamos en la intersección entre innovación social y salud. En este entorno tan enriquecedor, compartí mi experiencia como musicoterapeuta de niños y adolescentes con trastornos del neurodesarrollo, y enfoqué mi intervención en un aspecto central: la mejora de la comunicación y del lenguaje a través de la música.
En el trabajo con población infantil y adolescente con TEA, TDAH, trastornos del lenguaje o discapacidad intelectual, la música se convierte en mucho más que un estímulo sensorial: es un vehículo para establecer puentes comunicativos donde a veces las palabras no alcanzan. En mi ponencia quise mostrar cómo la intervención musicoterapéutica, estructurada y con objetivos clínicos claros, favorece el desarrollo de habilidades comunicativas, tanto verbales como no verbales, y potencia el lenguaje desde una dimensión motivadora, relacional y significativa.
Sin embargo, a pesar de los efectos positivos observados en la práctica, y de la creciente literatura científica que respalda estos beneficios, en España la musicoterapia todavía ocupa un lugar periférico en el ámbito clínico y educativo. Esto refleja una necesidad urgente: investigar más, sí, pero sobre todo divulgar mejor. Es imprescindible que profesionales de la salud, la educación y la intervención social conozcan en profundidad en qué consiste realmente la musicoterapia y cómo puede integrarse de manera efectiva en programas de atención interdisciplinar.
A menudo, cuando explicamos qué ocurre en una sesión de musicoterapia—cómo se diseñan los objetivos, cómo se trabaja con el ritmo, el canto, la improvisación o el silencio—surge una reacción de sorpresa y curiosidad. Falta información y, con ella, falta reconocimiento.
Desde mi paso por CONECTIVA me llevo no solo el aprendizaje compartido con otros profesionales, sino también el impulso de seguir trabajando para que la musicoterapia deje de ser vista como algo complementario o alternativo, y se entienda como una herramienta clínica y educativa sólida y transformadora.
La innovación social no siempre consiste en inventar lo nuevo, sino en dar espacio y visibilidad a lo que ya funciona, a lo que está generando cambio. La musicoterapia lo está haciendo, cada día, en muchos rincones del país. Que ese impacto llegue más lejos depende de nuestra capacidad para sostener el trabajo con evidencia, compromiso y voz colectiva.
Jun
11
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