1. Como musicoterapeuta uno debería sentirse alagado ante la famosa afirmación de que la música amansa a las fieras, pero lo cierto es que esto, ni de lejos, responde necesariamente a la realidad. Tan sólo hace falta reflexionar sobre ciertos ejemplos musicales en la historia. Véase como muestra de ello a la música romántica, la cual exalta las emociones hasta desbordarlas, o la música nacionalista que, como parte de la música romántica, aprovecha el folklore de cada cultura para identificar emociones individuales que van más allá de una dimensión meramente artística, y que frecuentemente implican cambios sociales apasionados y convulsos. Lo mismo podríamos decir de la música audiovisual, cuya función subraya emociones, manipulando la intencionalidad y la significación del público. Precisamente por ello, cuando escuchéis que la música amansa a las fieras, preguntaos, con curiosidad, que música es aquella que amansa a las fieras, y de paso, reflexionar sobre quienes son las fieras, por que bajo este apelativo tan poco amable se esconde a menudo el sesgo y el estigma de aquellas personas cuyo comportamiento suele ser compulsivo o hiperactivo, algo que dista mucho de ser salvaje por analogía.
2. El romanticismo ha traído consigo la idea del genio, una figura asociada a la inspiración directa de los dioses, a la soledad y a la locura. En este sentido, flaco favor le hace la época romántica a los músicos, a parte de ofrecer una música bellísima. Desde mi punto de vista, entender la figura de la genialidad asociada típicamente a logros sin precedente, creativos, originales y universales a menudo nos hace olvidar que el ser humano es un ser social, es decir, que no es una entidad aislada, y como tal su proceder también depende del contexto social. Mitificar la idea del genio y su soledad justifica la incomprensión, y por ende cierto grado de locura genuina. De ahí la idea ficticia del músico loco, un adjetivo que desempodera aquello que objetivamente puede aportar la actividad musical. Entiéndase que la musicoterapia clínica funciona sobre bases artísticas, y que precisamente por ello también lo hace sobre fundamentos científicos. En resumen, simplificar la idea de locura o de genio musical no nos ayuda como comunidad en la labor de armonizar la salud y el bienestar de las personas, evitando prejuicios y sesgos de lectura.
3. A menudo se habla de la necesidad de humanizar la salud y los sistemas sanitarios de cada sociedad. Pues bien, como musicoterapeuta yo me encuadro dentro de la tendencia humanista-existencial. Creo que el ser humano, como tal, suplanta la suma de sus partes, y que desarrolla su existencia en un contexto social. Creo que el ser humano es consciente, en mayor o menor medida, y que por tanto es intencional, al menos con tanta capacidad de elección como la vida le concede. Por ello, frecuentemente miro a cada persona de frente, más allá de sus trastornos catalogados, de sus diagnósticos o posibles limitaciones incapacitantes, y siempre me pregunto en que puedo ayudar para armonizar un poco más al ser humano que tengo frente a mí. A mayores, me cuestiono sobre aquello que debo de aprender antes de poder aportar una pizca más de armonía a la salud y el bienestar de cada persona, como usuario potencial de mis sesiones. Esto, sin duda alguna, es lo que yo entiendo por humanizar la salud en beneficio de las personas.
4. En pleno siglo XXI, repleto de tecnología cognitiva, la música de fondo o piped music supone todo un paradigma comportamental. En esta variante musical la música, como tal, no pretende ser el foco principal de los oyentes potenciales. Digamos que su contenido, carácter y nivel de volumen se eligen deliberadamente para alterar las respuestas emocionales y comportamentales de las personas, afectando a su concentración, su relajación, su distracción o su excitación en pos de generar un consumo compulsivo. Entiéndase que los oyentes están sujetos a la música de fondo sin control sobre su volumen y contenido. Estos “arreglos musicales sencillos” configuran todo un paradigma, pues hoy en día están presentes en ascensores, pasillos, baños, probadores, salas, restaurantes y tiendas variadas, incluyendo finalmente los espacios artificiales, ya sea en llamadas telefónicas, en paginas web o en videojuegos, con la probable extensión inminente del metaverso y sus futuras manifestaciones.
El uso de esta funcionalidad musical ha crecido en todo el mundo, incorporando recientes investigaciones pertenecientes a la psicológica comportamental, en pos de aumentar la productividad y el consumo de millones de personas en todo el mundo. Los musicoterapeutas conocemos bien esta realidad musical, un contexto que utiliza la música para manipular las características y los elementos del sonido y la música, sin contemplar nuestro objetivo esencial, armonizar la salud y el bienestar de las personas. Ante la primacía de las pantallas, la música se presencia de forma desapercibida, a pesar de lo cual funciona casi siempre de manera eficaz. Por tanto, cuando observéis en vosotros mismos o en vuestros hijos conductas compulsivas o hiperactivas “injustificadas”, cuestionaros sobre el ambiente sonoro que os rodea, más allá de la polución sonora que generan de forma natural las grandes ciudades y sus aglomeraciones.
5. Los musicoterapeutas utilizamos por necesidad una comprensión profunda de la agógica y la dinámica musical. Lo hacemos de forma connatural a nuestra sesiones. También procuramos distinguir de forma fina el ruido del sonido, e igualmente utilizamos de forma sutil todas y cada una de las cualidades del sonido, ya sea la duración, el timbre, la intensidad o la frecuencia. En los próximos consejos abordaré estos elementos con el fin de aportaros pequeñas recomendaciones y sugerencias de fácil aplicación. Serán consejos sencillos que pueden mejorar, de forma silente, vuestra vida cotidiana.
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