A menudo familias de menores o pacientes en edad adulta nos preguntan a los profesionales de la Musicoterapia por la verdadera esencia de nuestro trabajo, o dicho en palabras más evidentes, nos suelen interpelar sobre nuestra labor terapéutica. En este pequeño artículo me gustaría explicar algunas de las nociones más básicas que describen la disciplina de la Musicoterapia, puesto que es bastante común que se equivoque nuestra manera de trabajar con la de un profesor de música, especialmente si nuestros pacientes son menores de edad.
Empezaré por decir que paciente o cliente son términos que no están realmente consensuados dentro de la profesión. Quizás en los países latinos los musicoterapeutas se inclinen más a utilizar la palabra paciente, mientras que la tradición más anglosajona prefiera el término cliente. Personalmente creo que las razones son primordialmente culturales, no sólo etimológicas, pero en cualquier caso, lo que debemos de tener claro es una persona que decida ir a una sesión de musicoterapia tendrá una garantía de cuidado pleno y de dedicación a su salud y bien estar, independientemente de cómo se denomine su relación con el terapeuta.
La cuestión es que paciente o cliente son términos que dependen de la legislación vigente en cada país o cada región, puesto que la realidad sanitaria no es uniforme, pues depende dicersas circunstancias, por ejemplo del territorio en el que vivamos, o del seguro médico que disfrutemos, algo que será cada vez más habitual, pues nuestra relación médica o terapéutica se perfila cada día más dependientemente de todas estas circunstancias, algunas de carácter mercantil, no únicamente de tipo territorial. Por supuesto, los musicoterapeutas no somos ajenos a la realidad que rodea al resto de profesionales socio-sanitarios, dedicados todos ellos al cuidado y la atención de la salud de las personas.
Igualmente diríamos que sucede con los términos terapeuta musical o musicoterapeuta, aunque en este caso se entienda con más claridad que un terapeuta musical se aproxima incluso más al perfil de un sonoterapeuta, alguien que trabaja con el sonido o con la sonoridad musical de manera preferente, o casi exclusiva, independientemente del de paciente. Por ello, diremos que un musicoterapeuta es un profesional que, aunque nace de una formación universitaria, debe de tener una formación holística y abierta, dado que es una terapeuta creativo, y eso precisamente le obliga a plantear sesiones absolutamente abiertas y adaptadas a cada paciente en exclusiva.
La primera diferencia que existe entre un profesor y un terapeuta es que el segundo se debe fundamentalmente a la salud de las personas, por ello precisamente debe de atenerse a un código deontológico de comportamiento profesional que en educación no existe, al menos como tal, negro sobre blanco. En este código se reflejan cuestiones como la calidad del trato recibido por el terapeuta, o la confidencialidad de todo lo que acontece dentro de cada sesión.
Por tanto, la relación que se establece entre paciente y terapeuta es de naturaleza terapéutica, es un vínculo especial en el que se contempla de manera humanística y holística a la totalidad de la persona. Terapeuta y cliente son un tándem, por que ambos interaccionan con el fin de evolucionar en la expresividad y la emotividad de cada persona, potenciando su creatividad, estableciendo un trato amable y sereno en el que se puedan indagar diferentes caminos para que el paciente encuentre sus propias capacidades creativas, con la absoluta convicción de que estas serán las que potencien y motiven la mejora de cada paciente, según su necesidad.
Por supuesto que un maestro o un profesor mantiene una relación estrecha y emocionalmente cercana con sus alumnos, desde la confianza a ser posible, pero el objetivo de esta relación es eminentemente didáctico, es decir, que es de enseñanza-aprendizaje. Los mejores profesores de Musicoterapia suelen enseñar que sanar necesita de enseñar, y de igual manera enseñar es también parte de sanar. Digamos que cuando enseñas como profesor no sólo transmites unos conocimientos, de alguna manera también enseñas a vivir, pero es importante entender que el objetivo primordial de la educación es la enseñanza, a la par que un correcto aprendizaje, a veces trasladando a los alumnos conocimientos que no son especialmente significativos para las personas que aprenden, ni emocional ni existencialmente hablando.
Un terapeuta no tiene por que enseñar, es más, muy a menudo interactúa de manera abierta sin atenerse a un currículum, por que no se debe a una formación, si no que se debe a la salud integral de su paciente. Por ello, las sesiones son dinámicas y abiertas, y por esa misma razón sus sesiones deben de estar dispuestas a la improvisación y a la adaptabilidad. El profesor musical monitoriza una formación, el musicoterapeuta forma parte del proceso evolutivo de una sesión, no imparte clases, si no que forma parte de la esencia de cada sesión experiencial.
Esto explica que en Musicoterapia la música no sea un fin estético, ni mucho menos el principal objetivo, sino un medio para buscar, indagando caminos que mejoren las carencias, al tiempo que se potencian las capacidades existentes en cada paciente. Es más, dependiendo de la circunstancia y del paciente, el musicoterapeuta puede excluir el uso de la música, del sonido, o incluso de la palabra hablada o escrita.
Ciertamente las sesiones pueden ser individuales o grupales, está suele ser otra diferencia con la educación normalizada. El terapeuta debería comenzar estableciendo sesiones individuales antes de integrar a un paciente dentro de una sesión grupal. Debe sopesar si se salvaguarda el proceso de mejora de cada paciente en particular, incluyendo la debida garantía de intimidad que se produzca durante todo el proceso de introspección personal.
Por supuesto que un terapeuta creativo debe de buscar caminos para la integración y la adaptación social de sus pacientes, pero en última instancia siempre primará la salud de su paciente, las potencialidades que le hacen un ser individual e irrepetible, algo que evidentemente no necesariamente suele observarse en la educación normalizada, quizás por falta de tiempo, o por incapacidad de atención, puesto que un profesor se debe a la formación de muchos alumnos, algo que requiere de otro planteamiento bien diferente.
El set de trabajo también difiere en esta comparativa, puesto que no es lo mismo una clase de música que una sala de Musicoterapia, ni en su concepción, ni en lo que respecta a su organización espacial. Una sala de musicoterapia debe de ser abierta y cómoda, con un espacio nada jerarquizado. Los instrumentos musicales se deben de colocar espacialmente dependiendo de cada sesión y de cada paciente, de la misma manera que lo haría un médico o un farmacéutico con el tratamiento o el fármaco adecuado en cada caso específico. El paciente tiene que tener la posibilidad de moverse libremente, esto es, con absoluta libertad e intimidad, tan sólo limitada por el terapeuta en todo aquello que el profesional entienda que no facilita la evolución o el avance de las capacidades creativas más constructivas de la persona, para si misma y para los demás, en ese orden.
Un profesor o un maestro se debe a un orden curricular de origen ministerial, y su forma de evaluar en gran medida suele estar consensuada por ley, mientras que un musicoterapeuta sigue una metodología de observación conductual de naturaleza científica. Así pues, el terapeuta debe de tomar nota, registrando lo sucedido antes, durante, y después de cada sesión, adjuntando los historiales de los pacientes recientemente atendidos y archivando los antiguos, para posteriormente poder valorar su evolución a tiempo real. Debemos tener en cuenta que un musicoterapeuta puede y suele trabajar en grupos interdisciplinares, y por ello tiene que ser capaz de trabajar en un espacio intermedio entre la ciencia y el arte.
Las metodologías son diversas, pues la influencias de la Musicoterapia también lo son. A veces varias metodologías se dan dentro de la misma sesión. Este tema es lo suficientemente extenso como para dedicarle varios artículos específicos suficientemente detallados, una buena razón para citaros a todos, queridos lectores, en próximos artículos dedicados a hablar profusamente de las diferentes escuelas que existen dentro de la Musicoterapia como disciplina terapéutica.
César Pascual Vallejo / Musicoterapeuta
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